El emperador de los relojes de agua – Un poeta descubierto es un tesoro: en mi caso, el descubrimiento se lo debo a una amiga de gustos poéticos extraordinarios. Yusef Komunyakaa es una voz única, diferente: sé que el consenso es que en cierta forma eso se puede decir de todos los poetas; pero no es cierto, simplemente. Adrienne Rich, Thomas Tranströmmer, Seamus Heany están en esa categoría que Walt Whitman presidiría si no fuera porque la voz de Whitman es la exhalación de un alma también diferente: lo distinto en Whitman es su persona, su voz simplemente le sigue más allá. Yusef ha escrito como nadie sobre la guerra; oírle recitar su poesía es una experiencia, pues, parecida a escuchar a Homero entonar la Ilíada, solo que Homero no estuvo en Troya. Los músculos de Komunyakaa se empaparon del sudor y horror de Vietnam, su mente se hundió en la selva y resurgió y entonces escribió.
Este, su más reciente poemario, es diferente, y viene a demostrar que Yusef es un poeta integral: puede escribir sobre cualquier cosa. Algunos de estos poemas (Islas, dedicado a Derek Walcott, o Forja) son directamente perfectos, otros se conforman con ser interesantes y abrir tu mente. Si has leído lo suficiente, podrás captar sus referencias y eso, amigo, fue la razón declarada del mayor orgullo de Whitman: llegar al corazón de un poema.
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