Cuando John Banville (Irlanda, 1945), un escritor finalista del Booker Prize y Premio Príncipe de Asturias, presenta una novela del género negro, lo hace bajo el seudónimo Benjamin Black. Los Lobos de Praga debería, pues, ser una novela negra, pero su ambientación en la Praga de 1599, el detalle con que el autor relata las cuitas palaciegas y la pormenorizada descripción de la capital de Bohemia en esa época la acercan más a la novela histórica. En realidad, trata de ser una novela negra en un escenario histórico muy concreto. A mi juicio, la novela no logra ser ni una cosa ni otra: en cuanto a novela negra, le falta tensión narrativa, una trama interesante: en este sentido, es feble, carente de pulso. Los personajes no terminan de ser creíbles, particularmente el protagonista principal, Christian Stern, lo cual es grave porque también es el narrador: ni hablándonos en la intimidad logra tener una voz propia y distinguible. Además, desplegados los hechos conforme avanza la narración, uno no puede sino preguntarse cómo puede nuestro detective ser tan torpe. En cuanto a novela histórica, le falta textura, también interés: este período es más bien anodino, sin más sobresaltos que los caprichos de Rodolfo II.
A ver: la novela se deja leer. Pero no levantará pasiones y, peor, no entretendrá, lo que en el caso de una novela del género negro es pecado capital. Cuando se lee una novela de este género, uno abandona cualquier cosa -el esmero en el lenguaje, la profundidad de los personajes- a favor de la fuerza de la trama. Con eso es suficiente. Los Lobos de Praga no llega ni de lejos a cumplir esa exigencia del género. Pudo perfectamente ser firmada por John Banville.
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