Este es un hatillo de cuentos interconectados que narran lo por definición inenarrable: durante el primer tercio (quizás la primera mitad) del siglo XX se dio una revolución científica sin parangón, o con el sólo y espaciado parangón de Grecia, la matemática árabe de la edad media o la Ilustración (Newton). Las artes plásticas, la filosofía y la literatura sufrieron una sacudida semejante en aquella atormentada época, pero estamos más habituados a contar a los héroes y heroínas de esas particulares insurrecciones entre nuestros dioses tutelares: sus nombres nos suenan, sus obras se leen en clase, sus artefactos se disfrutan en los museos. Son, digamos, mainstream.
Esto es diferente. Haber, Schwarzschild, Grothendieck, Heisenberg, Schrödinger y Böhr sacudieron los cimientos de la física, la matemática y la química, de hecho crearon el mundo moderno, pero no creo que los niños puedan recitar de memoria la alineación del pensamiento científico europeo de entreguerras.
Si los personajes son vagamente conocidos, ¿qué no podrá decirse de sus empresas intelectuales como objeto narrativo? ¿Puede relatarse con un mínimo de interés, por ejemplo, la revocación de una teoría física estable y probada y su sustitución por otra que aún no comprendemos del todo, pero igualmente probada? Pues sí: eso hace Labatut.
El método del escritor chileno no es siempre innovador, si nos ponemos exquisitos. En “Un verdor”…, por ejemplo, usa la técnica de las conexiones improbables a través del tiempo, que no difiere mucho de la empleada en series documentales como “Deep Time History” o el “Connections with Tim Burke”. En los cuentos que siguen a “Un verdor” abusa quizás del cliché “Eureka”, es decir, “mente genial entra en crisis personal y hasta física y, enfebrecido unas veces, arruinado o abandonado otras, pero siempre contra todo el establishment, cambia la historia de la ciencia en un momento de locura creativa”. Tampoco estamos, se dice con respeto, ante un escritor nativamente superdotado, como su compatriota Bolaño: cuando entra en modo poético, pues no termina de clavarlo.
Pero la lectura es fascinante, incluso si no te vuela la cabeza el principio de incertidumbre. Los cuentos están ejecutados magistralmente; el tejido humano que concurrió al advenimiento de las nuevas luces del pensamiento se te hace hasta querible, amable; y sobre todo, Labatut convierte el viaje a través de ciertas simas y cumbres del pensamiento abstracto en un tránsito informado, preciso y, al final, muy interesante.